Hace unos meses la pequeña llegó a casa para contarnos que había tenido un problema con un compañero en la escuela. El relato fue completo, detallado e incluyó todas las opiniones de sus amigas y amigos, porque así le gusta contarnos las cosas. También incluyó el gran dilema de no saber qué hacer; porque a los 12 años, en ese deseo tan adolescente de querer agradar a todos es muy difícil saber cómo poner límites. Después de todo, cómo vas a saberlo si nunca antes lo tuviste que hacer?
La escuchamos, opinamos, pensamos juntos. Pero por sobre todo, dejamos que ella decidiera qué hacer. La pequeña tomó una decisión, lo manejó y en el camino aprendió una lección y creció.
Hoy, en un día tan movilizador para todas las mujeres, recordé un fragmento clave de esa conversación:
"Él es mi amigo, y yo ya le dije bien clarito que sólo vamos a ser amigos y nada más. Lo que pasa es que no se da por vencido y me sigue hablando por WhatsApp. El otro día me dijo que lo que le pasa es que él es muy celoso y que no quería que yo volviera a juntarme con Matías".
A mi se me erizaron los pelos de la nuca y me dieron ganas de ir a buscar al pequeño pichón de macho controlador para explicarle un par de cositas. Sin embargo, sólo pregunté:
"¿Y vos qué le dijiste?"
"Le dije que era un desubicado. Y lo bloquée en WhatsApp y no le hablé más. ¿Quién se piensa que es para decirme con quién me puedo juntar y con quién no?! Yo no voy a dejar de ver a mis amigos porque a otro se le ocurra".
Lo dijo enojada. Lo dijo sin pensarlo. Lo dijo decidida. Lo dijo libre.
Lo dijo y a mi me estalló el corazón de orgullo y de amor infinito. Porque si hay algo que está en nuestras manos para cambiar el mundo, es enseñarle a las generaciones que vienen a pensar distinto, a tener una mente abierta, a defender sus ideas, a ser libres.
19 de octubre de 2016
20 de marzo de 2014
Joël Robuchon me hizo llorar
Hoy Alma Singer publicó un post hermoso con algunos datos sobre la ciudad de New York que le envié por mail justo antes de que partiera hacia allí. Su post me hizo viajar de nuevo. Me hizo recordar infinitas anécdotas. Me hizo volver a mi propio blog. Y me dio ganas de volver a escribir. Nada mal para un solo post!
Viajar por trabajo no es lo mismo que viajar por placer. Su obvia diferencia es el tiempo; no hay tiempo para explorar porque bueno, el objetivo del viaje es justamente trabajar. Pero a veces los planetas se alinean y se puede combinar trabajo y placer. Ni te digo si estás en una de las ciudades más maravillosas del mundo, si además estás a cargo de la agenda de reuniones, y si te dan vía libre para elegir los lugares donde se hacen esas reuniones. Y si además, tenés la suerte de tener una amiga que es prácticamente la encarnación de una TimeOut en persona, bueno, tu viaje de trabajo se transforma en un gran joy ride.
Para decidir dónde almorzar con uno de nuestros proveedores más importantes que viajaba desde DC especialmente, Vir no dudó ni un segundo y me dijo: "Vas a L'Atelier de Joël Robuchon. Abrió hace apenas unos meses, todo el mundo quiere ir." Y si Vir lo dice, yo le hago caso.
Robuchon es uno de los grandes chefs de nuestro tiempo, mentor a su vez de grandes chefs estrella como Gordon Ramsay o Eric Ripert. En la actualidad tiene 9 restaurants distribuidos por el mundo, y a lo largo de su vida se ha ganado 25 estrellas Michelin. Eso es mucho. En New York su restaurant estaba ubicado dentro del Four Seasons Hotel, una maravilla arquitectónica creada por I.M. Pei, el mismo al que se le ocurrió plantar una pirámide de cristal como entrada al Louvre.
El ingreso al hotel se abre a un increíble lobby de cuádruple altura que se ve así:
Detrás de ese lobby se encontraba el muy minimalista Atelier, todo madera clara, rojo y negro. Y la barra, por supuesto. La característica distintiva de todos los locales de Robuchon, el sitio que todo el mundo codicia, y que sólo 20 personas por noche pueden ocupar.
Es difícil describir la experiencia y que esa descripción sea justa. La comida, la música, la vajilla, cada bocado, cada sonido, cada color hace del conjunto un asedio constante a los sentidos. Nada está librado al azar. En ese escenario, la siguiente escena:
Un proveedor con el que normalmente negociás un par de millones de dólares al año, una conversación relajada pero seria, al final de la comida... pedimos postre? Mi mirada hacia mi Jefe, que hubiera podido traducirse en "Si no pedimos postre en este lugar de ensueño te mato y después me mato yo" fue totalmente interpretada aunque mis labios no emitieran ni una sola palabra. Porque cómo resistirse frente a una descripción tan fascinante como "Le Sucre: Creme Caramel Sugar Sphere with Saffron Ice Cream"?!
Y de pronto deslizan frente a mi un plato con pie de delgadísimo vidrio transparente, con una ola de espuma blanca, una pequeña quenelle de helado amarillo pálido y una esfera dorada que parece flotar sobre la superficie. Literalmente dorada. Brillante. Perfecta. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Y no pude decir nada. Simplemente me quedé mirando el plato. Así por un rato. Hasta que reaccioné y escuché cómo Eduardo le contaba a Harry lo mucho que me gustaba explorar la cocina de cada lugar que visitábamos. Fue un poco embarazoso, pero Harry me sonrió y dijo: "Don't worry, I totally get it, that's a true piece of art. But if you don't, I'll dig my own spoon into it!" Y golpee la esfera con mi cuchara, que hizo ese sonido perfecto que hace el caramelo cuando se quiebra, dejando caer una crema de caramelo salpicada de micronésimas grosellas rojo neon. Y obvio, todos quisieron probar.
L'Atelier de Joël Robuchon New York cerró en junio del 2012. Rumor has it que durante el 2014 abrirá un nuevo Atelier en la ciudad, esta vez a la calle.
La imágen pertenece a esta hermosa y extremadamente detallada reseña del Four Seasons Hotel de Thomas Philips para Mercedes Benz.
Viajar por trabajo no es lo mismo que viajar por placer. Su obvia diferencia es el tiempo; no hay tiempo para explorar porque bueno, el objetivo del viaje es justamente trabajar. Pero a veces los planetas se alinean y se puede combinar trabajo y placer. Ni te digo si estás en una de las ciudades más maravillosas del mundo, si además estás a cargo de la agenda de reuniones, y si te dan vía libre para elegir los lugares donde se hacen esas reuniones. Y si además, tenés la suerte de tener una amiga que es prácticamente la encarnación de una TimeOut en persona, bueno, tu viaje de trabajo se transforma en un gran joy ride.
Para decidir dónde almorzar con uno de nuestros proveedores más importantes que viajaba desde DC especialmente, Vir no dudó ni un segundo y me dijo: "Vas a L'Atelier de Joël Robuchon. Abrió hace apenas unos meses, todo el mundo quiere ir." Y si Vir lo dice, yo le hago caso.
Robuchon es uno de los grandes chefs de nuestro tiempo, mentor a su vez de grandes chefs estrella como Gordon Ramsay o Eric Ripert. En la actualidad tiene 9 restaurants distribuidos por el mundo, y a lo largo de su vida se ha ganado 25 estrellas Michelin. Eso es mucho. En New York su restaurant estaba ubicado dentro del Four Seasons Hotel, una maravilla arquitectónica creada por I.M. Pei, el mismo al que se le ocurrió plantar una pirámide de cristal como entrada al Louvre.
El ingreso al hotel se abre a un increíble lobby de cuádruple altura que se ve así:
Detrás de ese lobby se encontraba el muy minimalista Atelier, todo madera clara, rojo y negro. Y la barra, por supuesto. La característica distintiva de todos los locales de Robuchon, el sitio que todo el mundo codicia, y que sólo 20 personas por noche pueden ocupar.
Un proveedor con el que normalmente negociás un par de millones de dólares al año, una conversación relajada pero seria, al final de la comida... pedimos postre? Mi mirada hacia mi Jefe, que hubiera podido traducirse en "Si no pedimos postre en este lugar de ensueño te mato y después me mato yo" fue totalmente interpretada aunque mis labios no emitieran ni una sola palabra. Porque cómo resistirse frente a una descripción tan fascinante como "Le Sucre: Creme Caramel Sugar Sphere with Saffron Ice Cream"?!
Y de pronto deslizan frente a mi un plato con pie de delgadísimo vidrio transparente, con una ola de espuma blanca, una pequeña quenelle de helado amarillo pálido y una esfera dorada que parece flotar sobre la superficie. Literalmente dorada. Brillante. Perfecta. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Y no pude decir nada. Simplemente me quedé mirando el plato. Así por un rato. Hasta que reaccioné y escuché cómo Eduardo le contaba a Harry lo mucho que me gustaba explorar la cocina de cada lugar que visitábamos. Fue un poco embarazoso, pero Harry me sonrió y dijo: "Don't worry, I totally get it, that's a true piece of art. But if you don't, I'll dig my own spoon into it!" Y golpee la esfera con mi cuchara, que hizo ese sonido perfecto que hace el caramelo cuando se quiebra, dejando caer una crema de caramelo salpicada de micronésimas grosellas rojo neon. Y obvio, todos quisieron probar.
L'Atelier de Joël Robuchon New York cerró en junio del 2012. Rumor has it que durante el 2014 abrirá un nuevo Atelier en la ciudad, esta vez a la calle.
La imágen pertenece a esta hermosa y extremadamente detallada reseña del Four Seasons Hotel de Thomas Philips para Mercedes Benz.
20 de octubre de 2013
Herencia
El día que estuve frente a Las Dos Fridas se me llenaron los ojos de lágrimas. Era una tarde de domingo y el sol brillaba sobre el Museo de Arte Moderno. No tenía cámara de fotos y estamos hablando de una era pre-smartphones por lo que no hay ni un solo registro de esa tarde. Sin embargo, la tengo grabada para siempre en mi memoria. El MAM es un compendio de los grandes maestros del arte mexicano del siglo XX. Están todos... Rivera, Siqueiros, Orozco, Rufino Tamayo, Juan O'Gorman y muchos otros que conocí ese día. Y en una pared, solo para ella, está Frida. Y es hermosa.
Aprendí a amar a Frida porque mi mamá amaba a Frida. Fue ella quien me contó sobre su vida cuando yo no tenía más de 10 años. Me contó sobre México, la enfermedad que tuvo de niña, el accidente de tranvía que la marcó para siempre, su pintura, sobre Diego, los murales, los esqueletos, los símbolos. Mi fascinación por ese mundo de colores saturados y muertitos comenzó en ese momento. Teníamos un libro en casa con su biografía y reproducciones de las obras más importantes. Recuerdo pasar horas mirando esas páginas. Más tarde aprendí sobre el comunismo, la revolución socialista, Tina Modotti, el viaje a New York, la pelea con Rockefeller, Trotsky, y Diego, siempre Diego.
La primera vez que pisé Ciudad de México, mi primer día libre fue para visitar la Casa Azul de Coyoacán. Obvio. Pasé horas recorriendo esas habitaciones. Recuerdo cuánto me llamó la atención la cocina, todo azules y amarillos, el patio lleno de plantas, rojos y esculturas y las guirnaldas de papel picado. Por todos lados. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo de México, y tengo muchos de esos!
Pero hay una cosa que es clara. Amo a Frida porque también la amaba mi mamá.
Aprendí a amar a Frida porque mi mamá amaba a Frida. Fue ella quien me contó sobre su vida cuando yo no tenía más de 10 años. Me contó sobre México, la enfermedad que tuvo de niña, el accidente de tranvía que la marcó para siempre, su pintura, sobre Diego, los murales, los esqueletos, los símbolos. Mi fascinación por ese mundo de colores saturados y muertitos comenzó en ese momento. Teníamos un libro en casa con su biografía y reproducciones de las obras más importantes. Recuerdo pasar horas mirando esas páginas. Más tarde aprendí sobre el comunismo, la revolución socialista, Tina Modotti, el viaje a New York, la pelea con Rockefeller, Trotsky, y Diego, siempre Diego.
La primera vez que pisé Ciudad de México, mi primer día libre fue para visitar la Casa Azul de Coyoacán. Obvio. Pasé horas recorriendo esas habitaciones. Recuerdo cuánto me llamó la atención la cocina, todo azules y amarillos, el patio lleno de plantas, rojos y esculturas y las guirnaldas de papel picado. Por todos lados. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo de México, y tengo muchos de esos!
Pero hay una cosa que es clara. Amo a Frida porque también la amaba mi mamá.
Las Dos Fridas |
3 de septiembre de 2013
Fetiche
Parada frente a mi valija casi lista me doy cuenta de que, por primera vez, calculé mal el tiempo y que en lugar de estar parada frente a mi valija casi lista debía estar arriba del taxi a medio camino de Ezeiza. Pánico. Corrida. Súplica al taxista que cuando le pido llegar en 20 minutos, obviamente responde que magia no puede hacer. Yeah, right. Corrida por el hall del aeropuerto, check-in, decime por favor que estoy a tiempo. Buenos días, su vuelo está demorado, sírvase su tarjeta de embarque y un ticket para la cafetería. Tenga usted muy buen viaje, gracias por volar con Mexicana.
Tres horas más tarde despegamos de Buenos Aires. Estoy en camino, tengo ventanilla y el asiento de al lado está vacío. ¿Pollo o pasta? Es un vuelo de día, no voy a dormir. Me saco mis ballerinas violeta, apoyo mi vaso de jugo de naranja en la mesita, saco mi libro, una novela negra escrita por un escandinavo mucho menos famoso que Stieg Larsson pero más talentoso, me preparo para olvidarme de todo. Pero no. La señora frente a mi, una de esas americanas grandotas, piel blanca mejillas rojas, decide reclinar su asiento con muy poco cuidado y mi vaso vuela por el aire. Es curioso como ciertas situaciones las ves en cámara lenta... el vaso en el aire que dibuja un arco que termina en un mar naranja sobre tu libro, tu asiento, tu cuerpo. Y ni un "I'm so sorry" y ojalá de enchiles apenas pongas un pie en el DF.
Descalza en medio del pasillo espero mientras una azafata limpia lo que puede y cambia el asiento. Un señor, bigote de charro, me sonríe amable y dice: "Menudo lío, deseas cambiar de asiento?" Le sonrío back y le digo que no se preocupe, que voy a estar bien. De vuelta en mi asiento, leo mucho, escribo un poco, miro como el sol se queda suspendido sobre las nubes. Durante mucho tiempo.
Llegamos a Ciudad de México, están reparando el aeropuerto, tenemos que cambiar de terminal para buscar el equipaje, caminamos por algunos pasillos, hay sonidos de taladros y martillos. Camino rápido, voy mirando mi teléfono, quiero encontrar a mi chofer, quiero llegar al hotel. De pronto estoy sola sobre una larguísima cinta transportadora con el señor bigotes de charro a unos pocos metros. Nos deslizamos en silencio por un pasillo blanco y eterno. Al final de la cinta, se da media vuelta, me mira con su sonrisa amable y dice: "Señorita, espero que me disculpe, pero necesito decirle que tiene usted los pies más bonitos que yo haya visto en toda mi vida. Que tenga una agradable estadía." Da media vuelta y lo miro cómo se aleja. Y por un instante me quedo ahí, ojos abiertos, sonrisa en los labios. Amo México.
Tres horas más tarde despegamos de Buenos Aires. Estoy en camino, tengo ventanilla y el asiento de al lado está vacío. ¿Pollo o pasta? Es un vuelo de día, no voy a dormir. Me saco mis ballerinas violeta, apoyo mi vaso de jugo de naranja en la mesita, saco mi libro, una novela negra escrita por un escandinavo mucho menos famoso que Stieg Larsson pero más talentoso, me preparo para olvidarme de todo. Pero no. La señora frente a mi, una de esas americanas grandotas, piel blanca mejillas rojas, decide reclinar su asiento con muy poco cuidado y mi vaso vuela por el aire. Es curioso como ciertas situaciones las ves en cámara lenta... el vaso en el aire que dibuja un arco que termina en un mar naranja sobre tu libro, tu asiento, tu cuerpo. Y ni un "I'm so sorry" y ojalá de enchiles apenas pongas un pie en el DF.
Descalza en medio del pasillo espero mientras una azafata limpia lo que puede y cambia el asiento. Un señor, bigote de charro, me sonríe amable y dice: "Menudo lío, deseas cambiar de asiento?" Le sonrío back y le digo que no se preocupe, que voy a estar bien. De vuelta en mi asiento, leo mucho, escribo un poco, miro como el sol se queda suspendido sobre las nubes. Durante mucho tiempo.
Llegamos a Ciudad de México, están reparando el aeropuerto, tenemos que cambiar de terminal para buscar el equipaje, caminamos por algunos pasillos, hay sonidos de taladros y martillos. Camino rápido, voy mirando mi teléfono, quiero encontrar a mi chofer, quiero llegar al hotel. De pronto estoy sola sobre una larguísima cinta transportadora con el señor bigotes de charro a unos pocos metros. Nos deslizamos en silencio por un pasillo blanco y eterno. Al final de la cinta, se da media vuelta, me mira con su sonrisa amable y dice: "Señorita, espero que me disculpe, pero necesito decirle que tiene usted los pies más bonitos que yo haya visto en toda mi vida. Que tenga una agradable estadía." Da media vuelta y lo miro cómo se aleja. Y por un instante me quedo ahí, ojos abiertos, sonrisa en los labios. Amo México.
12 de julio de 2013
No tragedy like mine
Tenía que terminar el trabajo final para Diseño I. Por suerte había decidido hacerlo en equipo con May. Por suerte, porque la verdad... mi mamá había muerto dos meses atrás y en ese momento el final de Diseño era lo que menos me importaba en el universo. Si no hubiera sido porque la responsabilidad era compartida no hubiera dado ese exámen ni de casualidad.
Pero la vida sigue, llega marzo, los plazos se cumplen, y ahí estaba ayudando a May a entrar a casa. Porque durante las vacaciones de verano se había quebrado una pierna y andaba con muletas, y si a eso le sumás cartón gris, papeles y una maqueta a medio armar, era complicado. Hacía un tiempo que no nos veíamos así que empezamos a ponernos al día cuando de pronto May se puso a llorar. Y entre sollozos me decía que su vida era un desastre, que el dolor de su pierna era demasiado, que nadie la entendía, que tenía que hacer rehabilitación y nadie podía acompañarla, que estaba sola y que hacer la cosa más simple era complicado, que tenía que gastar un montón de dinero en taxis, y que encima su mamá le había dicho que no podía dejar Posadas en ese momento para venir a ayudarla, que no sabía que hacer, que se quería volver a su casa pero había que presentar el final, que no daba más.
Recuerdo estar parada mirándola y pensar: "Me estás jodiendo. Mi mamá se acaba de morir, no la voy a ver nunca más en toda mi vida y la extraño tanto que hasta me duele respirar y quiero que alguien venga y me abrace y me diga que vamos a estar bien pero no aparece nadie, nuestra vida es un caos y nada va a volver a ser como antes y vos llorás porque te duele la pierna y porque tu familia está lejos?!" La hubiera cacheteado hasta que se diera cuenta de la estupidez que me estaba diciendo. Le hubiera gritado que dejara de ser tan malcriada, que su pierna se iba a curar, que ok sí, que entendía que le doliera pero que con rehabilitación iba a recuperarse y que podía llamar a su mamá por teléfono todas las veces que quisiera, y que todo lo que le pasaba iba a pasar, que lo único que no tenía solución era morirse, que eso hacía de tu vida un desastre. Pero no lo hice, la dejé llorar hasta que se calmara, le acerqué un vaso de agua y pañuelitos descartables, le agarré fuerte la mano y le dije que no se preocupara, que tenía que bancarse un poco el dolor pero que se iba a recuperar, y que íbamos a terminar el trabajo juntas, que yo podía ir a su casa el resto de las veces y que íbamos a estar bien.
No sé si May alguna vez registró esa situación, pero mucho después entendí que las tragedias personales, son eso, personales, y que no importa si son experiencias devastadoras que cambian el curso de tu vida para siempre o apenas pequeños contratiempos con una solución evidente. Nada, pero nada en el mundo es más importante que lo que la pasa a uno, justamente porque le pasa a uno. Es cierto que luego podemos ponerle perspectiva a la situación y darnos cuenta que sí, que algunas de esas tragedias eran una pavada. Pero en el momento en el que pasan, nos pasan, abarcan toda nuestra existencia y no hay punto de referencia que valga. Está bueno acordarse de eso de vez en cuando.
Y Diseño I lo aprobamos con 9.
Pero la vida sigue, llega marzo, los plazos se cumplen, y ahí estaba ayudando a May a entrar a casa. Porque durante las vacaciones de verano se había quebrado una pierna y andaba con muletas, y si a eso le sumás cartón gris, papeles y una maqueta a medio armar, era complicado. Hacía un tiempo que no nos veíamos así que empezamos a ponernos al día cuando de pronto May se puso a llorar. Y entre sollozos me decía que su vida era un desastre, que el dolor de su pierna era demasiado, que nadie la entendía, que tenía que hacer rehabilitación y nadie podía acompañarla, que estaba sola y que hacer la cosa más simple era complicado, que tenía que gastar un montón de dinero en taxis, y que encima su mamá le había dicho que no podía dejar Posadas en ese momento para venir a ayudarla, que no sabía que hacer, que se quería volver a su casa pero había que presentar el final, que no daba más.
Recuerdo estar parada mirándola y pensar: "Me estás jodiendo. Mi mamá se acaba de morir, no la voy a ver nunca más en toda mi vida y la extraño tanto que hasta me duele respirar y quiero que alguien venga y me abrace y me diga que vamos a estar bien pero no aparece nadie, nuestra vida es un caos y nada va a volver a ser como antes y vos llorás porque te duele la pierna y porque tu familia está lejos?!" La hubiera cacheteado hasta que se diera cuenta de la estupidez que me estaba diciendo. Le hubiera gritado que dejara de ser tan malcriada, que su pierna se iba a curar, que ok sí, que entendía que le doliera pero que con rehabilitación iba a recuperarse y que podía llamar a su mamá por teléfono todas las veces que quisiera, y que todo lo que le pasaba iba a pasar, que lo único que no tenía solución era morirse, que eso hacía de tu vida un desastre. Pero no lo hice, la dejé llorar hasta que se calmara, le acerqué un vaso de agua y pañuelitos descartables, le agarré fuerte la mano y le dije que no se preocupara, que tenía que bancarse un poco el dolor pero que se iba a recuperar, y que íbamos a terminar el trabajo juntas, que yo podía ir a su casa el resto de las veces y que íbamos a estar bien.
No sé si May alguna vez registró esa situación, pero mucho después entendí que las tragedias personales, son eso, personales, y que no importa si son experiencias devastadoras que cambian el curso de tu vida para siempre o apenas pequeños contratiempos con una solución evidente. Nada, pero nada en el mundo es más importante que lo que la pasa a uno, justamente porque le pasa a uno. Es cierto que luego podemos ponerle perspectiva a la situación y darnos cuenta que sí, que algunas de esas tragedias eran una pavada. Pero en el momento en el que pasan, nos pasan, abarcan toda nuestra existencia y no hay punto de referencia que valga. Está bueno acordarse de eso de vez en cuando.
Y Diseño I lo aprobamos con 9.
3 de mayo de 2013
Risk Management
El simbólico acto de entrega de llaves de nuestro hogar tiene algunas lecturas...
Lecturas tan variadas como el simbólico acto de "Dejo un desodorante y un cepillo de dientes en tu casa".
Lecturas tan variadas como el simbólico acto de "Dejo un desodorante y un cepillo de dientes en tu casa".
O el simbólico acto de "Viene mi mamá a Buenos Aires y quisiera que la conozcas".
¿Qué oscuro significado esconden estos simbólicos actos?
¿Qué oscuro significado esconden estos simbólicos actos?
Que estamos dejando que alguien entre en nuestras vidas. Seguro.
Que nos permitimos que alguien se quede en nuestra cama hasta el día siguiente, y además lo disfrutamos. También.
Que estamos bajando las defensas. Eso parece.
Que esta perpectiva nos estusiasma como si fuéramos colegiales de primaria frente al acto de fin de año, pero al mismo tiempo nos da un pánico indecible. También.
Que quizás volvamos a hacer lo único que nos juramos no volver a hacer la última vez... Engancharnos. Y enamorarnos. Quizás.
Da vértigo, no?
Pero la sonrisa que llevás colgada de las comisuras te delata.
Volvimos a caer.
Una vez más, queremos que se queden a dormir a nuestro lado después de. Y antes de. Y durante. Y en realidad no importa cuándo. Lo que queremos es que se queden.
Y nos olvidamos cuando juramos que eso no lo íbamos a permitir nunca más.
Que nos permitimos que alguien se quede en nuestra cama hasta el día siguiente, y además lo disfrutamos. También.
Que estamos bajando las defensas. Eso parece.
Que esta perpectiva nos estusiasma como si fuéramos colegiales de primaria frente al acto de fin de año, pero al mismo tiempo nos da un pánico indecible. También.
Que quizás volvamos a hacer lo único que nos juramos no volver a hacer la última vez... Engancharnos. Y enamorarnos. Quizás.
Da vértigo, no?
Pero la sonrisa que llevás colgada de las comisuras te delata.
Volvimos a caer.
Una vez más, queremos que se queden a dormir a nuestro lado después de. Y antes de. Y durante. Y en realidad no importa cuándo. Lo que queremos es que se queden.
Y nos olvidamos cuando juramos que eso no lo íbamos a permitir nunca más.
Impresiona. Impresiona ver un cepillo de dientes ajeno en tu baño. Y una tohalla extra colgada de la puerta.
Impresiona que te puedas pasar todo un fin de semana con la misma persona y que cuando llega el lunes estás pensando todo el tiempo en ella.
Impresiona que te puedas pasar todo un fin de semana con la misma persona y que cuando llega el lunes estás pensando todo el tiempo en ella.
Impresiona que no importa si pasaste tres días ininterrumpidos con alguien, que si es por vos que sea toda la semana. Todo el mes. ¿Toda la vida?
Una llave o un cepillo de dientes son objetos. Tienen tanta importancia como uno les quiera dar. Después de todo, son sólo cosas que van y vienen. Que se dan y que se pueden devolver.
¿O no?
O son un símbolo de que vamos a correr el riesgo.
Una vez más.
Una llave o un cepillo de dientes son objetos. Tienen tanta importancia como uno les quiera dar. Después de todo, son sólo cosas que van y vienen. Que se dan y que se pueden devolver.
¿O no?
O son un símbolo de que vamos a correr el riesgo.
Una vez más.
30 de julio de 2001.
Los resultados del risk management los vemos hoy...
5 de marzo de 2013
Hamlet para la pequeña
Vimos juntas Shakespeare in Love. Cuando terminó me preguntó si de verdad ese señor había escrito Romeo y Julieta.
- Sí claro, William Shakespeare. La historia de la peli es inventada, pero la obra es de verdad.
- ¿Y escribió otras historias?
- Uf, miles!
- ¿Y cuál es la más famosa de todas?
- Bueno, muchas. Romeo y Julieta es famosísima, todo el mundo conoce sus nombres aunque no tengan idea de quién escribió la obra. Pero también es muy, muy famosa la historia del príncipe Hamlet.
- ¿También es de amor?
- No, esa no es de amor, pero hay un príncipe y una dama hermosa. Es una tragedia. ¿Sabés qué es una tragedia?
- No
- ¡Es una historia donde todo termina mal!
- ¿Me la contás?
- Bueno, resulta que había un príncipe que se llamaba Hamlet que vivía en un castillo al borde del mar que se llama Elsinore en Dinamarca.
- ¿En Dinamarca donde viven Gaby, Ingrid y Anna?
- Si, en la misma Dinamarca.
- ¿Y todavía existe?
- Sí, el castillo existe y es hermoso, tiene cúpulas verdes, un salón de baile inmenso, un lago con cisnes y desde sus ventanas realmente se puede ver el mar. Bueno, sigo. El príncipe Hamlet andaba triste por los pasillos del castillo porque el rey, su papá, que también se llamaba Hamlet, se había muerto poco tiempo atrás. Así andaba sin saber muy bien qué hacer hasta que su amigo Horacio le avisa que el fantasma de su papá anda apareciendo en las torres del castillo, de noche obvio. Así que allá van Hamlet y Horacio a ver si pueden hablar con el fantasma, se lo encuentran, y ahí el fantasma del rey Hamlet les dice que no se murió de ninguna enfermedad, que fue su hermano Claudio quien lo envenenó.
- Uh, se pudrió todo.
- Sí, the plot thickens!
- ¿Qué es eso?
- Es una expresión, significa que la cosa se pone interesante. Bueno, el príncipe Hamlet se pone como loco, porque al poquito tiempo de que se muriera el rey, su mamá, la reina Gertrudis se volvió a casar con Claudio, el hermano del rey.
- Ah, si!!! ¡Eso sabés que lo vi en un capítulo de Los Simpsons! (y para mis adentros pienso cuán curiosa la intertextualidad).
- Claro, porque Hamlet es una obra re-famosa y Los Simpsons a veces cuentan historias famosas con sus personajes.
- Y entonces, el príncipe Hamlet va y mata al rey Claudio?
- No, primero pasan un montón de cosas. Hamlet decide hacerse un poco el loco para desenmascarar al rey Claudio. Primero se pelea con su novia, Lady Ofelia y la manda al convento. Después, organiza una función de teatro para los reyes que trata sobre la muerte de un rey que es envenenado. Por culpa de la obra se pelea con su mamá y mata a Polonio, el papá de Ofelia, que los estaba espiando. El rey Claudio se pone como loco y lo manda a Hamlet a Inglaterra, pero en secreto le paga a dos soldados para que lo maten durante el viaje. Mientras Hamlet se va de viaje, Ofelia se vuelve loca de verdad, un poco de tristeza y otro poco por amor y se termina tirando a un río, se ahoga y se muere. El hermano de Ofelia, que se llama Laertes, vuelve de la guerra y encuentra a su papá y a su hermana muertos y el rey Claudio lo convence de que Hamlet es el que tiene la culpa de todo. Mientras todo eso pasa en Dinamarca, en el viaje en barco hacia Inglaterra, Hamlet se da cuenta de que los soldados que lo acompañan lo quieren matar, él se adelanta y los mata y vuelve.
- Y mata al rey Claudio y todo se soluciona.
- No, acordate que es una tragedia y que todo termina mal. El rey Claudio y Laertes organizan una pelea de espadas y lo invitan a Hamlet a participar. En secreto, Laertes envenena su espada y el rey Claudio, que no quería darle a Hamlet ni una sola oportunidad de escaparse, envenena una copa de vino. Empieza la pelea entre Hamlet y Laertes pero como no ganaba ninguno, la reina Gertrudis pide una pausa, propone un brindis y toma vino de la copa envenenada. Sigue la pelea, Laertes hiere a Hamlet con la espada envenenada pero en la pelea las espadas se caen al piso, se confunden y Hamlet agarra la espada de Laertes y también lo hiere. En eso, la reina Gertrudis se cae al piso y se muere. Y Hamlet, ahí sí loco de verdad mata al rey Claudio. O sea, se muere la reina Gertrudis, se muere Laertes, se muere el rey Claudio, se muere Hamlet.
- ¿Y ahí fin?
- Y de fondo se escucha el ejército del rey Fortinbras de Noruega que llega para conquistar Dinamarca. Y ahí si fin. ¿Te gustó?
- Mmm si. Pero sabés una cosa, hay mucha gente loca en esta historia.
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