Aprendí a amar a Frida porque mi mamá amaba a Frida. Fue ella quien me contó sobre su vida cuando yo no tenía más de 10 años. Me contó sobre México, la enfermedad que tuvo de niña, el accidente de tranvía que la marcó para siempre, su pintura, sobre Diego, los murales, los esqueletos, los símbolos. Mi fascinación por ese mundo de colores saturados y muertitos comenzó en ese momento. Teníamos un libro en casa con su biografía y reproducciones de las obras más importantes. Recuerdo pasar horas mirando esas páginas. Más tarde aprendí sobre el comunismo, la revolución socialista, Tina Modotti, el viaje a New York, la pelea con Rockefeller, Trotsky, y Diego, siempre Diego.
La primera vez que pisé Ciudad de México, mi primer día libre fue para visitar la Casa Azul de Coyoacán. Obvio. Pasé horas recorriendo esas habitaciones. Recuerdo cuánto me llamó la atención la cocina, todo azules y amarillos, el patio lleno de plantas, rojos y esculturas y las guirnaldas de papel picado. Por todos lados. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo de México, y tengo muchos de esos!
Pero hay una cosa que es clara. Amo a Frida porque también la amaba mi mamá.
Las Dos Fridas |